Texto: María Dolores Ramírez Ponferrada @mariadoloresramirezp  |  Fotos de portada: El capataz Juan Rodríguez y la Sacristía de las Bodegas Alvear |  Fotografías cortesía de Bodegas Alvear.

Tiempo de lectura: 12 minutos

Inauguramos desde We Love Montilla Moriles una sección de historia, imprescindible, de mano de una de las historiadoras del vino, María Dolores Ramírez Ponferrada, quien nos descubre quién fue el Capataz Juan Rodríguez Reguera.

Las relaciones de la zona vitivinícola Montilla Moriles con la industria del vino gaditana está aún por estudiar. Sin duda, un personaje clave en dicha relación fue Juan Rodríguez Reguera (1871-1932), un hombre que, en mi opinión, no ha sido valorado en toda su magnitud.

Para conocer la importancia del jerezano en la industria cordobesa tenemos el testimonio de dos renombrados bodegueros de su época: Francisco de Alvear, conde de la Cortina y Luis Albornoz, iniciador de las desaparecidas bodegas Tomás García.

Los inicios del siglo XX fueron años decisivos para Montilla y para la campiña cordobesa en general. En esta época, se produjo una lenta recuperación tras la terrible plaga de filoxera que asoló los viñedos de estas tierras durante las últimas décadas del siglo XIX. El conde de la Cortina, que se había hecho cargo de los negocios familiares, tras la muerte de su padre en 1894, se había convertido en un magnífico agricultor, pero carecía de los conocimientos necesarios para sacar adelante su bodega. Por otro lado, tras la muerte en 1906 de su tía Sabina, recibió una importante herencia que le permitía tener liquidez para realizar grandes inversiones. Es en este contexto cuando se produce la llegada a Montilla de Juan Rodríguez.

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Atardecer visto desde los viñedos de las Bodegas Alvear en la Sierra de Montilla.

En el archivo familiar de Juan Bosco Alvear Zubiría encontré hace años, unos interesantes documentos escritos a máquina sin fechar, dictados por el conde de la Cortina a su secretario, en los que el bodeguero recuerda, ya anciano, la situación que él vivió durante esos inicios de siglo y la capacidad que tenía su negocio. En ellos dice lo siguiente:

«Cuando se hizo cargo mi padre en 1868, sólo habría unas 100 botas que estaban en las bodegas del patio de la cocina con una nave de 3ª y en lo que hasta ahora ha servido de despacho de vino, que había unas 25 o 30 más. Yo la conocí así porque la había conservado mi padre como la recibió.

Él construyó la bodega de 1870 y, en frente parte de la del Escudo, con una profundidad de dos tercios de lo que ahora tiene.

Compró los toneles de Orihuela y botas hasta completar cerca de 500 entre las heredadas y adquiridas, que hoy tienen la Solera Alvear y los vinos procedentes de mis antepasados que aún se conservan en el mercado, como Solera Fundación y Abuelo Diego.

Al morir mi padre tuve que hacerme cargo, por ser el único varón de la familia, de los bienes que existían en Montilla de mis hermanas y de mis tías y, por lo tanto, de la bodega en que teníamos todos participación. Continué con la misma marcha en que la encontré, hasta que al faltar posteriormente mi tía Sabina adquirí la parte que de ella le tocó a mi hermana tanto del local como de las existencias, y la que había correspondido a mi primo Pepe de la Cerda

Desde que falleció mi padre en junio de 1894, hasta que faltó mi tía Sabina en febrero de 1906, siguió encargado de la bodega José Panadero de modesto alcance, el mismo que se ocupaba en tiempos de mi padre, y después Antonio Polo, hasta diciembre de 1903 que lo sustituyó José Gómez.

Al reunir la bodega en mi poder en 1906 por muerte de mi tía, me propuse darle todo el desarrollo posible, para lo que indagué en Jerez por medio de mi buen amigo Manuel Coloma un arrumbador competente que se ocupase de ella. Las gestiones acertadísimas de ese buen amigo dieron por resultado el que viniese a Montilla Juan Rodríguez, competentísimo, honradísimo y excelente criatura; vino el 27 de agosto de ese mismo año por una temporada para ordenar los vinos, y se quedó definitivamente en diciembre del mismo hasta su muerte».

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Detalle del escudo de Alvear en una de las bodegas de finos de la compañía.

Es evidente que, con la llegada de Juan Rodríguez, el conde de la Cortina encontró el soporte necesario para impulsar su negocio de vinos familiar. Los extraordinarios conocimientos enológicos de Rodríguez le permitirán mejorar la calidad de sus vinos y ampliar la capacidad de su bodega, hasta el punto de que Francisco Alvear tuvo que comprar, en la calle San Antonio, el antiguo Liceo y varias casas colindantes, y reestructurar la bodega heredada de su padre y de su tía Sabina. Este espacio se le quedará pronto pequeño, por lo que bodeguero montillano terminará comprando la antigua Tercia de los duques de Medinaceli a los herederos del fundador de la bodega jerezana González Byass, entonces sus propietarios. Así nos lo cuenta el propio don Francisco de Alvear:

«Para su desarrollo pensé en ampliar locales, adquiriendo ese mismo año las acciones que me faltaban del Liceo y su entrada, que era una casita con cuyo solar completé la bodega del escudo construida por mi padre. Al hacerme cargo del Liceo, para unirlo con la casa trasladé la cuadra con lo que amplié el despacho del vino y se abrió comunicación; esta obra se llevó a cabo en 1906.

Posteriormente seguí ampliando bodegas, y para construir la grande en 1909, y la tonelería, tuve que adquirir entre 1908 y 1909:

Un corralón de Amador Cuesta
La casa D. Gonzalo, 16 a José Luque y Ana Melgar.
La iden nº 18 a Rafael Polonio
La iden , nº 20 a Francisco Ruz y Espejo.
La iden nº 14 a Francisco Criado Espejo

Al mismo tiempo fui adquiriendo botas y vinos viejos, de tal forma que al morir Juan Rodríguez existían:

97 botas con 2.357 arrobas de vino viejísimo
255 botas con 5396 @ entre Tres Cortados, Fino Alveaar y Carlos VII
835 botas con 23.476 @ de Fino CB solera y tres criaderas.
197 con 9320@ con varios y oloroso
Total: 1480
En la bodega de la Fábrica
191 botas con 5673 @ de vinos muy buenos
Vinagrera del patio de la fábrica que después se trasladó a la Monumental.
341 bocoy y 123 botas con 7836 @de vinagre».

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El escudo de Alvear con todo lujo de detalles.

Según estos datos, a la muerte de Juan Rodríguez la bodega del conde de la Cortina tenía 1671 botas más 341 bocoyes lo que da un total de 2012 toneles; es decir, las existencias de botas se habían multiplicado por cuatro. En mi opinión, eso no significa solamente que aumentó muchísimo la producción de vino, demuestra también que se afianzó la elaboración de vinos blancos viejos criados con el sistema de criaderas y soleras que se había desarrollado en la zona gaditana a lo largo del siglo XIX y que había aumentado, de forma muy importante, la necesidad de botas.

El capataz Juan Rodríguez falleció el día 14 de mayo de 1932. El conde de la Cortina escribió sobre ese luctuoso acontecimiento y lo que significó para su negocio y para Montilla Rodríguez. En sus recuerdos afirma:

«Falleció Juan Rodríguez. Su muerte muy sentida por mi sobre todo, y para todos los que lo habían conocido.

Era Rodríguez de gran inteligencia en los vinos, que se encariñó con los de Montilla por sus buenas cualidades de finura, aroma y desarrollo, sacando de ellos gran partido como lo demostró prácticamente.

Le debo agradecimiento por la gran lealtad y cariño que me demostró en todo momento, de lo que tendría materia para hablar mucho; pero sobre todo el no querer abandonarme cuando para él era muy conveniente trasladarse a Jerez para ocuparse de la Bodega que con otros capataces habían formado antes de venir a mi servicio, y que sus compañeros por la importancia que había alcanzado, exigían su presencia.

Le deben agradecimiento los arrumbadores de Montilla que estuvieron a su lado, por lo mucho que les enseñó y aprendieron de él.

Y le debe Montilla porque su inteligencia y amor a sus vinos, contribuyó a que fueran mejor criados y más apreciados al dar a conocer sus buenas cualidades.

En mi bodega acreditó la marca CB y el fino Alvear, así como todas las clases que en ella se criaban, dejándola al morir a una altura que podía competir con las mejores que existían por la calidad de sus vinos».

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La bodega de La Higuera, llamada así porque tiene una higuera en la misma puerta. Y a la derecha, la bodega El Liceo, de Alvear.

Tras su fallecimiento, Juan Rodríguez, fue sustituido por su hijo, Juan Rodríguez Núñez (1905-1961), hasta los años 1940, fecha en que dejó las Bodegas Alvear para gestionar su propia bodega que inició en el lagar de La Toba, entonces en las afueras de la ciudad.

En otro documento conservado en el archivo familiar de Juan Bosco Alvear Zubiría, el VI conde de la Cortina expuso sus recuerdos sobre la Exposición de Barcelona y entre ellos también está presente la labor desarrollada por su colaborador Juan Rodríguez. Dice Francisco Alvear:

«Antes de referir anécdotas sobre lo que allí se habló y sobre actos ocurridos que presencié, y que si no hablo de ellos pasarán al olvido, deseo dejar escrito algo de lo que por tener que ocuparme de la pequeña bodega que heredé en mi casa, y de la que al venir a mis manos no entendía ni palabra, fui aprendiendo y me fui enterando de lo que como consecuencia formé criterio de lo que debía contribuir para su desarrollo, mirando siempre mi interés particular, y como derivación, del general de Montilla.

Labor que representó unos pocos de años, y de cuyo desarrollo fue el promotor el inolvidable Juan Rodríguez, entendidísimo, modestísimo, honradísimo y leal servidor mío, que fue mi maestro, y cuya venida a esta casa se debió a las gestiones de mi amigo Manuel Coloma, al que le había hablado para que me buscase en Jerez persona que se pudiese ocupar de ordenar mi bodega, lo que llevó a cabo colocándola en una altura insospechada.

Él fue mi maestro y también don Manuel Melero, al que Rodríguez en su modestia, porque me parece que era de tanta categoría como Melero, también a su vez le llamaba su maestro…
Juan Rodríguez se quedó en Montilla, a mi juicio porque vio en su amor a los vinos finos, unas condiciones de finura no corrientes, y en este ramo, como en todos los de esta vida, nacen técnicos de tal altura que sobrepasan por sus condiciones a muchos que consideramos entendidos y llegan a percibir cualidades especiales que no se descubren por el vulgo de más o menos inteligencia».

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Vista de la bodega La Monumental, una clásica estampa de Alvear.

De gran interés para tratar de conocer la labor desarrollada por Rodríguez Reguera son también las anotaciones personales del bodeguero Luis Albornoz que me ha proporcionado su nieta Aurora Pineda Albornoz. En ellas, el bodeguero montillano dice lo siguiente:

«En 1904, trajo el señor Conde de la Cortina, para bien de Montilla al capataz jerezano Sr. Rodríguez. Por aquella época el negocio de vinos en Montilla estaba muerto totalmente. La producción de uva con la filoxera había acabado con las viñas y sólo varios señores tenían soleras de vinos viejos de antes de la enfermedad. El Sr. Rodríguez, no obstante, empezó su gran labor y sin medios con que desenvolverse comprando uvas donde las encontraba hizo las primeras vendimias en lo que fue el teatro Liceo en Montilla.

En 1907 entré yo a las órdenes del gran capataz- y pesé uvas- y recogí el mosto de mi primera de las 60 vendimias porque he pasado, pues muchos años después de la de Montilla, me mandaban a Moriles, Carteya, Doña Mencía …

…Decía al principio y repito que la actividad del Sr. Rodríguez fue el paladín de la industria que hoy gozamos…Después surgieron otros señores que imitando al señor Rodríguez el negocio va tomando la grandeza que conocemos».

En sus notas Luis Albornoz menciona también los nombres de algunos de los capataces que él recuerda como discípulos de Juan Rodríguez y que son los que siguen:

«Expongo= que la mayoría de los capataces de Montilla y provincia proceden de Alvear

Cobos    /   Angulo ¿?
Navarro   /   Pastor
Méndez    /   Gutiérrez
Velasco    /   Nicolás
Cuesta    /   Repiso
Bellido    /   –
Márquez Panadero    /   Felipe
Cruz Conde    /   Zafra
Pérez Barquero    /   Zafra
Carbonell    /   Garrido
Puente Genil    /   –
Lucena    /   Portero
Herrera    /   –
Lucena
Doña Mencia
Osuna    /   el que fue con Robles».

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La bodega La Monumental ha sido fotografiada en cientos de ocasiones.

En sus anotaciones, Luis Albornoz nos detalla minuciosamente todas las vendimias realizadas desde su entrada en Alvear, con la edad de trece años, bajo el mando de Juan Rodríguez, al que reconoce como su maestro y agradece todo lo que sabe. Según estos interesantes datos de Albornoz, las primeras vendimias que realizó Juan Rodríguez en las bodegas Alvear se desarrollaron en el lagar anexo a la casa solariega de los Alvear, actual colegio de la Asunción esquina don Gonzalo. En 1911 la vendimia ya se trasladó al lagar de la denominada Tercia. Ese edificio, construido en el siglo XVI por la segunda marquesa de Priego doña Catalina Fernández de Córdoba, sería derribado en los años 1920 y sustituido por el actual que se construyó siguiendo un esquema parecido al de las antiguas Tercias de los marqueses pero ya influenciado, en su aspecto externo, por el estilo de los edificios industriales de Jerez. En el interior, un patio distribuía el lagar (a la derecha), la bodega (a la izquierda) y los almacenes y otras dependencias (en el frente). En la segunda planta disponía de viviendas para los empleados y en los bajos locales comerciales, recuerdo de las antiguas tendillas de la marquesa. Esta nueva construcción, denominada en los documentos del conde de la Cortina como «La fábrica», no sería utilizada hasta después de la muerte de Juan Rodríguez.

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Vista del Lagar de Las Puentes, en la Sierra de Montilla. La bodega cuenta con 150 hectáreas de viñedo en propiedad (todo de la variedad pedro ximénez) más otras 200 que se adquieren a viticultores locales.

Finalmente, para acercarnos a la figura física de nuestro capataz Rodríguez tenemos una interesante publicación de 1929 intitulada Vinos de España cuyo autor fue Joaquín Belda quien relata su visita a Montilla de la siguiente forma:

«Durante dos horas-no exagero-la bodega entera está a nuestro servicio; la generosidad del gran señor andaluz se manifiesta una vez más. Y el administrador de esa generosidad, de un modo caudaloso, es el bodeguero Juan Rodríguez, un jerezano grueso, bien plantado, un Sileno con blusa y gorrilla, que lleva veinticinco años en las bodegas Alvear y ha conocido casi de niño al actual conde de la Cortina.

Juan Rodríguez, un gran tipo, uno de los más sabrosos que me he tropezado en mi viaje, tiene pocos dientes en la boca: sin duda los ha ido perdiendo lentamente a fuerza de mascar estos vinos primorosos».

Tras contar su estancia con detalle y los tipos de vinos que Rodríguez Reguera le fue ofreciendo con una larga explicación de cada uno, Joaquín Belda hace la siguiente afirmación:

«Era curiosa la opinión razonada de este jerezano acerca de la excelsitud de los vinos de Montilla. No creo que ningún montillano tenga de ellos mejor opinión que la de este hombre que lleva un cuarto de siglo cuidándolos, viviendo entre ellos».

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Casi la totalidad de las 6.000 botas de crianza de entre 500 y 600 litros con que cuenta la bodega se encuentran en Montilla. Fotografía: Antonio Redondo.

Para conocer en profundidad la importancia real de la figura de Juan Rodríguez sería necesario examinar la documentación conservada las bodegas Alvear y en los archivos de Jerez de la Frontera, su tierra natal, donde creó, junto con otros compañeros de profesión, la empresa sociedad civil “La Bodega”, y donde trabajó, como capataz, en otras bodegas gaditanas como la de El marqués de Misa”.

Según Maldonado Rosso la función del capataz de bodega fue muy importante en el Marco de Jerez hasta hace solo unos años, cuando se incorporaron a las empresas elaboradoras enólogos formados académicamente.

En la fase inicial los expertos en vinos y capataces de bodega realizaban su trabajo mediante dos modalidades: como empleados asalariados distinguidos de una empresa y como profesionales independientes. Y esta fue la labor que realizó Juan Rodríguez Reguera en bodegas Alvear donde formó a muchos arrumbadores que, finalmente, se convirtieron en capataces de las más importantes bodegas de la zona, como nos informa Luis Albornoz en sus escritos.

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