Texto: Rosa Marqués @rocamarca | Fotografía: Rosa Marqués @rocamarca | Foto de portada: xxx.
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Si te sitúas en la calle Don Diego de Alvear, en pleno centro histórico de Montilla, y cierras los ojos, finalmente termina llegándote a las fosas nasales un aroma a madera y vino envejecido, un perfume típico de la capital de la D.O Montilla-Moriles, que sí, flota en el ambiente pero mucho más aquí. Esta es la única pista que hasta el momento tiene el forastero que pasa por esta calle –sí, y el nombre de la misma– de que se encuentra en la puerta de la bodega primigenia de los Alvear.
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Hoy, por fin, su enorme portón se prepara para abrirse y permitir la entrada al origen de la revolución vitivinícola que la familia Alvear trajo a Montilla, hace más de 200 años. Aquí los amantes de los vinos generosos podrán darse el lujo de catar algunos de los vinos más icónicos de Montilla-Moriles.
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La Fundación Alvear se ha propuesto abrir la casa y la bodega original, una casa cuyo a la que se trasladará la familia Alvear a principios del siglo XIX. “Este grupo de casas es de 1694 y la familia las adquiere junto con la bodega, pero no será hasta el 1.800 y poco que se trasladarán a vivir a Montilla capital, ya que primero estuvieron viviendo en el paraje de Riofrío, después en Santa Brígida y en varios lagares… Esta primera bodega es de 1805”.
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Quien nos lo cuenta es Fernando Giménez Alvear, hoy gerente de la bodega Alvear, la más antigua de Andalucía y casi de España, quien junto con su hermana, Mamen Giménez Alvear están al frente de la Fundación Alvear que se ha propuesto recuperar para Montilla el vínculo íntimo que los une en la historia para ponerlo en valor. “Estamos centralizando el archivo histórico de la familia que hasta nuestro bisabuelo estaba todo unido pero que se repartió en diferentes propietarios y tratamos de digitaliza el archivo para que Montilla pueda recuperar esta parte de su historia vinculada a la familia y a la historia de España”.
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El salón está repleto de objetos que cuentan historias de la familia: retratos, archivadores antiquísimos, botellas que por sí solas narran la evolución de los gustos y de las modas en torno a los vinos generosos de Andalucía… Y después cruzamos el patio y nos sumergimos en el silencio de la bodega.
“Aquí hay vinos con más de 150 años, aunque lo correcto sería decir que la criadera se inicia hace 150 años. Esa puede ser la edad media de algunos de los que se encuentran en estas botas”, nos explica Fernando cuando nos asomamos, con respeto y admiración, a una bodega que emana ese aroma inconfundible que llega hasta la calle a través de las ventanas de esta fresca bodega –y eso que el exterior se superan hoy los 30 y algunos grados de temperatura–.
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Las sacas especiales de estos vinos generosos, que han pasado de generación en generación, serán las que podrán catar aquellos que opten por esta nueva experiencia enoturística en Montilla, mucho más exclusiva que está a punto de arrancar, y que han tenido la oportunidad de disfrutar solo algunos, como el decano del periodismo vitivinícola español, José Peñín. Pronto el resto de los mortales…