Por: Rosa Marqués @rocamarca  |  Textos y Collages: Antonio Guerra Imagen de portada: Uno de los collages de la exposición «Sueños de luz».

Tiempo de lectura: 6 minutos

Recorremos la serie Sueños de Luz que profundiza en los recuerdos vinculados a Montilla-Moriles del artista cordobés Antonio Guerra. La exposición podrá verse en el Castillo del Gran Capitán, en Montilla, hasta el próximo 10 de diciembre.

Esta exposición nace de los recuerdos. El recuerdo de un padre que amaba el vino de Montilla-Moriles: ”Tengo una imagen de mi padre, tomándose dos medios de vino cada día y sentándose al sol, a leer”, comenta el autor de «Sueños de Luz”, el cordobés Antonio Guerra, a quien contactamos por teléfono un par de días antes de inaugurar esta exposición.

Su obra es de una delicadeza que nos deja mudos: A través de fotografías y carteles antiguos, que él mismo restaura, crea collages maravillosos que son un canto al campo, al tiempo pasado, al trabajo en las viñas, al vino de Montilla-Moriles y, en definitiva, a una cultura que va más allá del disfrute de los vinos generosos y que se pega a la piel de por vida. Una forma de vida.

antonio guerra - We love Montilla Moriles

El autor, Antonio Guerra, en un viñedo con Montilla al fondo y en su estudio, trabajando.

“Quería contar con mi trabajo otra visión del vino, desde un punto de vista más emocional, más vinculada a los sentimientos, a las vivencias”, comenta Guerra. Todas sus obras aparecen con un código QR que al escanearlo te lleva a una lista de Spotify con la música que escuchaba el artista mientras creaba estaba obras. Además, cada imagen va acompañada de un texto del propio autor que habla por sí mismo. Así que, dejemos hablar al artista:

antonio guerra sueños de luz vino - We love Montilla Moriles

El horizonte se situaba más allá de lo evidente.

Él siempre había tenido la certeza de que había vida en aquél lugar ignoto donde solo la vista de algunos elegidos era capaz de alcanzar, alejado de los incrédulos y de los que negaban su existencia.

Lo sabía y por eso, al volver del que había sido su viaje vital más emocionante, le gustaba abandonarse a la tarde, rodeado de aquellos a los que le fascinaba escuchar sus relatos sobre la tierra curva, de los que estaban convencidos de que el dorado era el centro del universo, de quienes querían que sus almas renacieran en la sobriedad de las soleras y las criaderas, en la oscuridad y la calma húmeda de la bodega, arrullado por el sonido, machacón y relajante, que produce el trasiego entre las botas.

Siempre creyó que la tradición debía ser transmitida de generación a generación.

antonio guerra sueños de luz mujer angel - We love Montilla Moriles

Cuando la emoción le visitaba, su alma emprendía vuelo hasta más acá de los límites de su piel, el corazón le latía deprisa y su cabeza se llenaba de imágenes que iban y venían. Unas imágenes que, anidadas en sus sueños despertaban siempre lúcidas entre el guirigay caótico que era para ella cada amanecer.

Había aprendido a apreciar la singularidad de cada uno de los instantes que, uno tras otro, conformaban sus días. También aprendió que la realidad era un hecho subjetivo que no tenía sentido si no era filtrada por los sentimientos, y que se evaporaba justo en el momento en el que era vivida para poder construir un espacio afectivo adyacente, diferente y mínimo en el que las ideas jugaban hasta lograr edificar la Torre de una nuevo Babel que habría de acoger su creación.

Siempre supo que había sido alumbrada por una quimera y por eso, siempre quiso considerarse una apátrida.

antonio guerra sueños de luz manos - We love Montilla Moriles

Habían crecido juntas. Por eso, ella siempre había confiado en que lo seguirían estando más allá de dónde el tiempo se curvaba, más allá del horizonte que habían sido capaces de construir con un solo futuro.

Se había prometido mantener la tradición de la crianza que había sido transmitida, desde siempre, generación tras generación. Sin prisas, sin alharaca, con la calma de quien se sabe poseedor de un conocimiento ancestral que lo ata a su tierra.

Por eso, a pesar del paso de los años, el recuerdo de las nanas en las frías noches de invierno, las alegrías en los días de primaveras o los fandangos en las tardes de vendimia, seguían alimentando la esperanza de poder narrar, algún día, la leyenda que su alma había creado con sueños.

antonio guerra sueños de luz diario - We love Montilla Moriles

Anotaba en aquellos viejos cuadernos cada una de las labores del lagar y, junto a ellas, describía con pulcritud las emociones que provocaban en él, despertándose de improviso, con un olor, un sabor, un color o la canción que machaconamente tarareaba el capataz.

Casi siempre, su lápiz garabateaba insistentemente sobre las hojas amarillentas, yendo de acá para allá, dibujando algún objeto, alguna herramienta o la venencia que su padre siempre colgaba de la vieja alacena que guardaba los catavinos, o a su galgo. No sabía cuántas veces había inmortalizado a su galgo, siempre descansando a sus pies, mientras él, sentado en aquella silla de enea, contemplaba el ir y venir bullicioso de los primeros días de septiembre.

Aquellos cuadernos eran más, mucho más que un diario. Eran la memoria viva de su alma materializada con grafito y, por eso, guardaba cuidadosamente cada uno de ellos. Sabía que a través de ellos podrían llegar a comprender la razón de tanto empeño. Estaba convencido de que serían la garantía para mantener viva la tradición.

sueños de luz antonio guerra collages - We love Montilla Moriles

Cada día construía un espacio en el que no existía pasado ni futuro, solo un presente que giraba infinitamente alrededor de sueños sin horizonte y en el que la palabra era la esencia única de la liturgia oficiada. Una liturgia que daba lugar a la ceremonia iniciática de las vísperas, y en el que los dorados eran la llama encendida con el cirio pascual de la vida.

Conoció biografías que cabían en un suspiro y otras que desbordaban la más larga de las vidas, proyectos gestados que nunca fueron paridos y bautismos de ilusiones que no se engendraron.

El crepúsculo siempre hacía tañer las campanas en su llamada cotidiana al templo.

Ella era la sacerdotisa que custodiaba el secreto mejor guardado, mientras tejía y destejía las horas en silencio.

GALERÍA DE OBRAS DEL ARTISTA ANTONIO GUERRA:

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