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Texto: Mara de Miguel @by_marademiguel  |  Foto de portada: El vino ecológico ganador del concurso, el vino Terralba Ecológico, de Cooperativa Albarizas y algunos catadores, miembros del jurado. De izda., a dcha., Miguel Villa, Isa Calvache, Mara de Miguel y Carlos García.

Tiempo de lectura: 8 minutos

¿Qué se esconde detrás de un concurso de vinos? Más de 180 referencias de vinos ecológicos se dieron cita el pasado sábado 28 de noviembre en el Concurso Internacional Ecoracimos, que reunió a catadores de nivel en lo que se ha convertido, en su XXI edición en una cita ineludible del sector ecológico. En We Love Montilla Moriles nos “infiltramos” dentro del concurso para contar cómo funciona una de estas catas-concurso por dentro.

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180 vinos ecológicos diferentes se dieron cita en el concurso XXI Ecoracimos 2020.

A las 9:00 AM de la mañana, con un frescor en tu piel interesante, característico del terruño de Montilla, todos los miembros del jurado estaban con las papilas gustativas despiertas, esperando para catar las 180 muestras de vinos ecológicos llegados desde 46 bodegas distintas en el Castillo de Montilla, el lugar donde, en 1453, nacía el Gran Capitán.

Ecoracimos 2020 se ha convertido con el paso de los años en uno de los más prestigiosos concursos donde los protagonistas son los vinos ecológicos y, aunque pueda parecer baladí subrayarlo (y no me refiero a la variedad de uva) la mirada al mundo de los vinos ecológicos a nivel internacional se ha convertido en los últimos tiempos en una mirada más intensa, más consciente, más de compromiso hacia el planeta. No hay que olvidar que España es uno de los líderes mundiales de este mercado en constante crecimiento.

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Nuestra compañera Mara de Miguel entregada a la cata de los mejores vinos ecológicos y puntuando a través de su móvil.

Lo más interesante de este tipo de competiciones son los momentos tan importantes que se viven entre los catadores: Desde saludar a viejos conocidos, contactar con nuevos profesionales del sector que quizás no habías tenido la oportunidad de conocer antes y, por supuesto, las conversaciones en torno al mundo del vino.

Después de la foto oficial entre catadores, organización y autoridades (al aire libre y con todas las medidas de seguridad posibles), el jurado entraba en el Castillo de Montilla para sentarse y catar las 180 muestras de vinos ecológicos que tenían por delante. En esta ocasión había 5 mesas, donde cada una tenía asignada distintos tipos de vinos, según las categorías del concurso.

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De izquierda a derecha, los catadores de la Mesa 1: Marta Garoz, Fran León y Santi Carrillo, todos pesos pesados del mundo del vino.

Cuando llega la primera muestra comienza la acción. La Mesa 5 arrancó la cata con la categoría de vinos rosados de 2019 y de 2018. Un total de 8 referencias por delante. En esta primera muestra se establece el debate. Y como la mayoría de las veces los catadores no lo han hecho nunca antes juntos, toca establecer criterios similares para que las puntuaciones vayan en la misma línea.

Es más, si hay puntuaciones muy dispares dentro de una mesa, se anulan y no cuentan, por lo que siempre es una media ponderada que resume lo que piensan y sienten los catadores en su conjunto. Porque ahí está la clave, cada miembro del jurado tiene una experiencia diferente, un bagaje diferente y le presupone a un vino que compite, dentro de una determinada categoría, unas determinadas cualidades y más sin son ecológicos.

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Un momento de la cata en la Mesa 5, donde estaba “infliltrada” nuestra compañera.

¿Pero qué es un vino ecológico? Para no aburrir con los puntos que marca la Ley de la Unión Europea en el Reglamento de Ejecución (UE) nº 203/2012 se puede resumir, grosso modo, en que es aquel que está elaborado a partir de un viñedo ecológico, y que cuenta con unas prácticas más sostenibles tanto de cara al cuidado del viñedo (reduciendo, por ejemplo, el uso de pesticidas) como a la forma de elaborar el vino (el uso de sulfuroso que se utiliza como conservador del vino tiene que estar reducido al máximo respecto a los vinos convencionales).

También hay que recordar que para que un vino sea certificado como ecológico tiene que pasar por un proceso que lleva un tiempo (un mínimo de 5 años) y además, continuamente, está pasando inspecciones que aseguran que se están llevando a cabo las buenas prácticas que establece la ley, y que supone un esfuerzo, y más en estos tiempos.

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Dos de los vinos a concurso en la XXI Edición de Ecoracimo 2020.

¡A catar vinos ecológicos se ha dicho!

 

La primera muestra es la que marca el desarrollo de la competición en cada una de las mesas y de las categorías. Dependiendo del presidente del jurado de cada mesa, se establece el criterio a seguir o se vuelve a catar la primera muestra un par de veces. Se hace para no perjudicar, o se analizan, si se pueden, todas a la vez.

El presidente de la Mesa 5, Juan Manuel León, enólogo del IFAPA (Instituto Andaluz de Investigación y Formación Agraria, Pesquera, Alimentaria y de la Producción Ecológica) de Cabra, decidió que se catasen todas las muestras a la vez. Es en ese instante donde toca llamar al camarero y que vayan sirviendo los distintos rosados y dando el visto bueno de que cada vino es el que se va a analizar. Eso sí, todos envueltos en una bolsa negra y solo con un número escrito.

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Uno de los camareros que estuvo al pie del cañón y uno de los vinos a concurso. Las bolsas negras que los ocultan durante el concurso pueden verse detrás.

Así pasaron el 23, 132,106, 72, 94, 214. Cuando ya todos estuvieron servidos, fue el momento de analizar la fase visual, que se presupone siempre buena si como bodeguero has presentado el vino a concurso. La fase olfativa y la fase gustativa vienen después. Una ronda de trabajo interior de cada catador para hacerse una idea de cuál es el vino que destaca y cuál es el vino ecológico que está en la media.

A partir de ahí, se establece la conversación y se va comentando en voz alta entre los miembros de la mesa, argumentando el porqué darle en franqueza olfativa un “muy bueno” o por qué se queda con un simple “bueno”. Aquí hay muchos aspectos diferentes, desde la elaboración, el tipo de uva, la intensidad, lo que se espera de un vino rosado, o por supuesto, las tendencias actuales de consumo, porque no hay que olvidar que Ecoracimos 2020 es un concurso internacional, y aunque muchas de las muestras venían de Andalucía, Valencia, País, Vasco, La Mancha o Islas Baleares, el destino actual de estos vinos es la exportación, que es donde están (de momento) dispuestos a pagar el plus de tener un vino más sostenible y sano para el planeta.

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Rocío Márquez, Directora de Ecoracimos 2020, entre el grupo de catadores del concurso ecológico.

En el ecuador del concurso, mayor rapidez

 

Los primeros vinos se analizan de forma más reposada pero en cuanto el equipo de catadores coge confianza como núcleo duro y se convierte en un ente único, la rapidez para analizar se acelera en todas la mesas. Así también pasó en la Mesa 4 donde estaban Carlos García (responsable de Taberna Bolero), el enólogo Miguel Villa y la catadora Isa Calvache.

Es curioso porque cada mesa lleva su ritmo y en el salón hay veces que se oye a todas la mesas debatir, entre el ajetreo de los camareros sirviendo a buen ritmo los vinos. Pero hay momentos donde el silencio sepulcral inunda el antiguo granero del Castillo de los Fernández de Córdoba, transportando a tiempos míticos del mismísimo Gran Capitán.

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La Mesa 4 en mitad de uno de los constantes debates en torno a los vinos ecológicos: Isa Calvache, Carlos García y Miguel Villa.

Terminada la categoría hay siempre un claro ganador que se lleva el gato al agua y en este caso un Gran Oro (que recibe puntuaciones de entre 100 a 93 puntos) o un Oro (de 92 a 88).

Gracias a la aportación del Catedrático de la UCO, Rafael Moreno, es la primera vez que el recuento de votos se hace a través de una aplicación informática, con lo que la imagen de los catadores ha cambiado, para siempre, y ya se observan con una copa en una mano y con el teléfono móvil en la otra, mientras catan. Nuevos tiempos, nuevas herramientas. Este sistema es muy ágil y permite conocer los resultados a tiempo casi real, sin lugar a fallos.

Segunda ronda. Ahora es el turno en la Mesa 5 de los vinos tintos jóvenes. Mientras en la Mesa 1, compuesta por la catadora Marta Garoz, el periodista Fran León y el sumiller del Corral de la Morería, de Madrid, Santiago Carrillo, se enfrentaban a los vinos blancos tranquilos no fermentados ni envejecidos con barrica.

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Otra de las Mesas, la compuesta por el profesor David Núñez, y Pilar Ramírez, responsable del IFAPA de Cabra.

El resto de las mesas se suceden entre las otras categorías. La mesa compuesta por el sumiller y profesor David Núñez, y por Pilar Ramírez, responsable del IFAPA de Cabra, les ha tocado una tanda más larga de vinos con más muestras, con lo que la concentración es todavía más alta si cabe. El número de muestras que catas en cada categoría puede influir muchísimo en la percepción del miembro del jurado y es vital que en rondas más largas se mantenga la atención muy alta, para evitar desfavorecer, por cansancio, a la últimas muestras.

Después de un descanso, más catas

 

En torno a la media manaña, hay un receso para tomar café y desayuno, y aclarar el paladar con una tostada con aceite local y las tradicionales tortas pujadas de Montilla, que hacen la delicia de los comensales.

De vuelta a la sala de catas, toca el segundo tirón. Más agua y, rápidamente, los catadores vuelven al ritmo frenético de evaluar. Es muy curioso, porque entre las muestras recibidas de las 46 bodegas ecológicas participantes hay vinos muy interesantes, que se salen de la norma, y que aunque no obtengan medalla, merece la pena probarlos, por las singularidades que muestran.

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Ambiente de concentración durante las puntuaciones en las mesas.

Poco a poco, las mesas van terminando de catar, ante la atenta mirada y ayuda de la directora del concurso Rocío Márquez, enóloga y Doctora por La Universidad de Córdoba.

Sobre la 13.30 horas, la Mesa 5 terminó de catar el total de muestras que tenía asignado, en las diferentes categorías: unas 50 muestras, y el premio para los catadores es poder ir al backsage y quitarles la bolsa negra a las botellas y descubrir cuál es el vino que se esconde dentro. Al menos de los vinos que más han sorprendido. Una vez que todo ha terminado se pueden hacer fotos para el recuerdo o para incluirlos en la próxima carta que elaboren para un restaurante o para una cata.

Una vez que todas las mesas terminan, el backstage se va llenando de catadores hasta que todos se hacen la foto de familia con las 180 muestras y la verdad es que impresiona ver todas las botellas juntas.

No ha ido mal el día, un total 54 Medallas entre Gran Oro, Oro y Plata, se han otorgado este año entre todas la categorías (la puedes consultar pinchando en el link al final del artículo) lo que denota la buena situación de calidad que produce el sector de vinos ecológicos en España. Entre ellas destacó la muestra Terralba Ecológico de Cooperativa Albarizas de Trebujena en Cádiz, que obtuvo la máxima puntuación de todas las muestras a concurso.

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