Texto: Carlos J. Castro @bocapiedra_ / Rosa Marqués @rocamarca  |  Fotografía: La Posada del Potro (una casa-corrala del siglo XV) en la pintoresca plaza del mismo nombre, en Córdoba, es el punto de partida de esta ruta cervantina por la comarca |  Foto de portada: Cortesía de Turismo de Córdoba.

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El 22 de abril se cumplen 405 años de la muerte de Miguel de Cervantes Saavedra (Alcalá de Henares, 1547- Madrid, 1616), cuya obra universal, ‘El Ingenioso Hidalgo don Quijote de la Mancha’ representa la manera de pensar y de vivir de una época en la que España pasaba de la grandeza del imperio a su decadencia, y la Santa Inquisición tenía la oscura misión de identificar a los herejes. Recorremos los pueblos de la Campiña Cordobesa, una ruta cervantina para conocer los personajes y los lugares que lo inspiraron.

Miguel de Cervantes, escritor, ex soldado de infantería, impedido de un brazo por la batalla de Lepanto (1571) y, se sospecha que judío –aunque él siempre trató de parecer cristiano viejo– estuvo durante años de recaudador por la provincia de Córdoba. Lo hacía en nombre del rey, Felipe II, para abastecer a la Armada Invencible.

Su obra más ambiciosa, El Quijote, puso sobre la mesa la grandeza de un personaje, el malogrado hidalgo Don Quijote, que en su búsqueda de fama inmortal sufriría todas las derrotas habidas y por haber. Un antihéroe que se negó a adaptarse a la “pequeñez de la realidad” que le había tocado vivir, como han señalado algunos de sus estudiosos, condenándose a sí mismo al perpetuo fracaso. Una figura rebelde, contracorriente, un outsider de la época, y entre las muchas interpretaciones que se han hecho de su obra, hay quienes ven una valiente primera sátira de la iglesia católica.

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El interior de la Posada del Potro te traslada al siglo xv. Cervantes la cita en varias de sus novelas. Fotografía: Turismo de Córdoba.

La conexión del autor de El Quijote con Córdoba es enorme. Se llegó a pensar durante años que había nacido en alguno de estos pueblos. Don José María Rey Díaz, el que fuera cronista oficial de Córdoba, diría en más de una ocasión que “Miguel de Cervantes fue un cordobés nacido en Alcalá de Henares por casualidad”, ya que su familia paterna era cordobesa y los recuerdos y vivencias que tuvo por la ciudad y los pueblos de la Campiña Cordobesa lo marcarán para siempre. Numerosos personajes cordobeses aparecen en sus libros y lo inspiraron. En homenaje al autor y a sus andanzas cordobesas, recorremos los pueblos por los que pasó y recogemos algunas de estas referencias.

 

1. Córdoba

El Manco de Lepanto nació en Alcalá de Henares, aunque sus tatarabuelos, bisabuelos y sus abuelos paternos fueron cordobeses. El escritor, de niño pasaba con su padre, Rodrigo, largas temporadas en la ciudad de la Mezquita. En aquella época Córdoba tenía unos 40.000 habitantes y era casi tres veces más grande que Alcalá de Henares. Era una ciudad rebosante de vida, industrial, y del ambiente y la picaresca de la época, de aquellas posadas, caminos y ventas llenas de buscavidas y maleantes, están las obras de Cervantes llenas. De hecho, La Posada del Potro cordobesa cuenta con numerosas menciones en la obra de Cervantes. Esta será nuestra primera parada. Visitarla, es lo más parecido a volver a la época del autor.

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La Posada del Potro cuenta en su planta superior con el Centro Flamenco Fosforito. Fotografía: Turismo de Córdoba.

En el capítulo III de la primera parte de El Quijote: Donde se cuenta la graciosa manera que tuvo Don Quijote en armarse caballero, el hostelero de la primera venta que visita nuestro antihéroe, le habla de la Posada del Potro. El malogrado hidalgo confunde al hostelero con el alcaide de una fortaleza, y este, en plan socarrón, dice haber sido en sus años mozos también “caballero andante” y haber recorrido muchos lugares buscando aventuras, entre ellos la Posada del Potro de Córdoba, que debía ser muy conocida por estar de paso entre Sevilla y Madrid. También en el capítulo XVII de la misma novela, al negarse Don Quijote y Sancho Panza a pagar en la misma venta, la gente que estaba allí “cuatro perailes de Segovia, cuatro agujeros del Potro de Córdoba y dos vecinos de la Heria de Sevilla, gente alegre, bien intencionada, maleante y juguetona” deciden mantear a Sancho y darle un buen escarmiento.

También de Córdoba era “otro loco” que Cervantes citará en el prólogo de la segunda parte de El Quijote: “Había en Córdoba otro loco, que tenía por costumbre de traer encima de la cabeza un pedazo de losa de mármol, o un canto no muy liviano, y, en topando algún perro descuidado, se le ponía junto, y a plomo dejaba caer sobre él el peso…”.

Y otro de los lugares cervantinos de la ciudad es el antiguo convento de Jesús Crucificado. Según se explica en La sombra de Cervantes en Córdoba, de Francisco Paños y Juan Pérez Cubillo, en él están enterrados familiares directos del escritor: sus abuelos y dos tías suyas que fueron religiosas.

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Mural de la artista Gisel Rosso que recuerda a Leonor Rodríguez, La Camacha, junto a Miguel de Cervantes, a la izquierda y el también esritor Inca Garcilaso de la Vega, en Montilla. Fotografía: Ayuntamiento de Montilla.

2. Montilla

De la capital vinícola de la comarca era el Gran Capitán, al que también se refiere el autor de El Quijote, en el capítulo XXXII al referirse a una serie de libros valiosos. Pero si hay un lugar cervantino en Montilla digno de mención, ese es el antiguo Hospital de San Juan de Dios (1601), hoy ayuntamiento y sala de exposiciones, donde se desarrolla un episodio de El Coloquio de los Perros, perteneciente a las Novelas Ejemplares, publicadas en 1613 tras el éxito de la primera parte de El Quijote.

En ella dos perros, Cipión y Berganza, se cuentan sus vidas, hazañas y trabajos en varios puntos de Andalucía, entre otros, Montilla. Fue aquí donde el autor inmortalizó a Leonor Rodríguez, conocida como La Camacha, una montillana juzgada por la Inquisición bajo la acusación de brujería.

Video de la exposición pictórica de Sofía Gandarias sobre la novela cervantina El Coloquio de los Perros. Su obra ha recorrido varias sedes de Institutos Cervantes de Europa.

El escritor visitó la localidad en 1591, unos seis años después del fallecimiento de La Camacha. Denunciada por los Padres Jesuitas de Montilla, fue juzgada por el tribunal de Córdoba y obligada a comparecer el día 8 de Diciembre de 1572 para ser torturada con cien azotes en la ciudad y otros cien azotes públicos en el pueblo. Se le puso una multa de 150 ducados de la época y un destierro de diez años. En El Coloquio de los Perros se habla así de sus «poderes»:

“Ella congelaba las nubes cuando quería, cubriendo con ellas la faz del sol y, cuando se le antojaba, volvía sereno el más turbado cielo; traía los hombres en un instante de lejas tierras; remediaba maravillosamente las doncellas que habían tenido algún descuido en guardar su entereza; cubría a las viudas que con honestidad fuesen deshonestas; descasaba las casadas, y casaba las que ella quería. Por Diciembre tenía rosas frescas en su jardín y por enero segaba el trigo. Esto de hacer nacer berros en una artesa era lo menos que ella hacía, ni el hacer ver en un espejo, o en la uña de una criatura, los vivos o los muertos que le pedían que mostrase”.

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Patio interior de la que, dicen, fue la casa de Las Camachas, en Montilla. Aunque realmente esta casa es parte del pósito municipal, y está documentado que Leonor Rodríguez en la actual calle Hermanos Garnelo (antigua calle Mesones), donde tenía su casa-mesón. Fotografía: Ayuntamiento de Montilla.

Leonor Rodríguez vivió junto a otras dos mujeres, también acusadas de brujería, la Montiela y La Cañizares (a las tres las llamaban Las Camachas). Y aunque la versión popular cuenta que vivieron en una antigua casa situada cerca de la plaza de La Rosa, está documentado que vivió en la calle Mesones, donde tenía su casa mesón (actual calle Hermanos Garnelo). Por detrás de la Plaza de la Rosa, frente a los Juzgados, uno de los siete murales que la artista argentina Gisel Rosso pintó por los barrios de la ciudad, recuerda la figura de Leonor Rodríguez, La Camacha, a la que pintó junto a Miguel de Cervantes y el escritor mestizo Inca Garcilaso de la Vega, que vivió también en esta localidad.

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La firma de Cervantes, fechada en 1591, que se conserva en e Archivo de Protocolos Notariales de Montilla, custodiada por la Fundación Biblioteca Manuel Ruiz Luque.

Para finalizar la ruta cervantina por esta localidad, en la casa-palacio conocida como Casa de las Aguas, hoy sede del Museo de Garnelo y la interesante Fundación Biblioteca Manuel Ruiz Luque, se encuentra custodiado el Archivo de Protocolos Notariales, donde se conserva una firma de Miguel de Cervantes de puño y letra a su paso por la ciudad.

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Vistas de los cortijos y el antiguo camino de Écija, en Santaella, donde aconteció el episodio en que El Quijote y Sancho Panza liberan a unos condenados a galeras. Fotografía: Javier Portero.

3. Santaella

El Manco de Lepanto visitó Santaella con frecuencia. Tenía familiares y también ejerció aquí como cobrador de tributos e impuestos. Se sospecha que se inspiró en una personalidad relevante del pueblo, en aquella época, Doña Aldonza, para darle nombre a su personaje cervantino Aldonza Lorenzo, la Dulcinea del Toboso de El Quijote. La calle llamada Ventanas de Doña Aldonza nos recuerda que este personaje existió.

Pero si algún vecino de la localidad causó impresión en Miguel de Cervante ese fue Alonso Colorado, el llamado Guapo de Santaella. Fue este bandolero, que precisamente era de todo menos guapo, quien inspiró el capítulo XXII de El Quijote, cuando el noble hidalgo y Sancho Panza liberan a unos condenados a galeras. Desde la calle de Doña Aldonza se pueden disfrutar de las mejores vistas de los cortijos, con el viejo camino de Écija al fondo, donde aconteció aquel sonado suceso de la época en el que El Guapo de Santaella liberaría a unos galeotes. De ahí el popular dicho: “Si me llevas a galeras pásame por Santaella”, que aún hoy se escucha en la localidad. La partida de nacimiento de Alonso Colorado se conserva aún en el libro Segundo de Bautismos del Archivo Parroquial de Santaella.

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Un mapa hecho en cerámica, a la entrada de La Rambla, indica cómo llegar hasta algunos de los lugares de la ruta cervantina de la localidad.

4. La Rambla

También por aquí el escritor anduvo tratando de recaudar trigo, en nombre de la Corona, y para abastecer a la Armada Invencible en su lucha contra Inglaterra. Pero como también la iglesia cobraba sus diezmos en aquella época, cuando el escritor llegó a La Rambla con una orden para llevarse el trigo, la iglesia se negó. Y como Cervantes tenía otros asuntos que resolver en Écija, le otorgó un poder a un primo suyo de Cabra, que era abogado, Rodrigo de Cervantes. Y así, cuando le fuese posible, le hiciese ese encargo. La iglesia reclamó al Obispado de Córdoba, que fue quien finalmente pagó ese trigo. Pero aquel poder, firmado el 28 de diciembre de 1587 a favor del primo egabrense, se conserva en la ciudad, en el Archivo de Protocolos Notariales.

Otra interesante parada de esta ruta cervantina es la el antiguo Convento de los Trinitarios. La Orden de la Santísima Trinidad y de los Cautivos, los trinitarios, fueron la primera institución oficial de la Iglesia dedicada a la liberación de presos mediante medios no violentos. Cervantes, soldado de infantería, luchó contra los turcos, y cuando le hicieron cautivo en Argel, un trinitario, Fray Juan Gil (natural de Arévalo) recibió el encargo y un dinero, de su madre y de su hermana, para liberarlo.

Cuando el sultán recibió la noticia de que Fray Juan Gil estaba en Argel con un rescate, pensó que Miguel de Cervantes era un hombre importante (sabía leer y escribir) y pidió mucho más dinero, 500 ducados. Gracias a los préstamos que solicitó el trinitario, en el último momento, antes de que zarpara el barco, consiguió liberar a Cervantes. Fue un 19 de septiembre de 1580. En esta iglesia trinitaria del siglo XVI, Fran Juan Gil pregonó hasta en tres ocasiones, cuando venía por Andalucía . Hoy un busto de Cervantes, justo al lado de la iglesia, recuerda que fueron los trinitarias los que hicieron posible la liberación del Príncipe de las Letras.

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Busto de Miguel de Cervantes en el patio del Ayuntamiento Castro del Río, localidad en la que estuvo preso.

5. Castro del Río

Esta villa de artesanos no solo acogió en 1993 uno de los Congresos Internacionales de Cervantes más relevantes de Andalucía, sino que hay especialistas en la obra cervantina, como Jean Canavaggio, que aseguran que “fue aquí y por entonces, en 1592, donde y cuando se gestó El Quijote” o el primer borrador del mismo. Lo hizo, según su hipótesis, en la antigua cárcel de Castro del Río, donde estuvo preso, situada en los bajos del Ayuntamiento (hoy Punto de Información Histórica). Ya que aquí Cervantes volvió a chocar frontalmente con los intereses de la iglesia –terminaría siendo excomulgado por embargarles algunos bienes–, siendo como era cobrador de impuestos en nombre de la Corona.

El hecho que desencadenó su encierro fueron una serie de denuncias que lo acusaban de haber vendido de forma ilegal, para enriquecerse, 300 fanegas de trigo pertenecientes a la saca realizada en Écija. En el Mirador del Llano de la Fuente, junto a la muralla de Castro del Río, una escultura de acero, a escala natural de don Quijote y Sancho Panza preside el espacio. También se conserva en pie el edificio donde guardaba Cervantes lo requisado.

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En Cabra Miguel de Cervantes tenía familia directa. Aquí vivieron su abuelo, su tío y unos primos. Fotografía: Amor Fotografía.

6. Cabra

Los Cervantes llegaron a Cabra en 1541. Gonzalo Fernández de Córdoba, el Gran Capitán, nombró al abuelo paterno del escritor, Juan de Cervantes, alcaide mayor de su estado de Baena, del condado de Cabra y del vizcondado de Iznájar. Se sabe que este abuelo se marchó de Alcalá de Henares al sur con su amante y su hijo Andrés, dejando allí a la madre y a Rodrigo de Cervantes (padre del novelista). El abuelo de Cervantes, debido a los problemas que tuvo con la justicia, pasó una temporada en la cárcel de Valladalid, en la que también estuvieron presos, más tarde y por otras cuestiones, su hijo Rodrigo y su nieto Miguel.

Juan de Cervantes vivió entre Baena y Cabra, pero su hijo Andrés se estableció definitivamente en esta ciudad llegando a ocupar puestos de responsabilidad. Rodrigo de Cervantes, el padre del autor, tras salir de la cárcel de Valladolid bajó a refugiarse junto a su padre Juan y su hermano Andrés.

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Una portada de una edición antigua del Quijote. Fotografía: Biblioteca Nacional de Madrid.

7. Lucena

En la ciudad del barroco vivió un íntimo amigo del escritor, el poeta Luis Barahona de Soto (Lucena, 1548). En el capítulo VI del Quijote, donde se trata Del donoso y grande escrutinio que el cura y el barbero hicieron a la librería de nuestro ingenioso hidalgo, se dice de él: “Cansose el Cura de ver más libros, y así, a carga cerrada, quiso que todos los demás se quemasen; pero ya tenía abierto uno el Barbero, que se llamaba Las Lágrimas de Angélica. Lloráralas yo –dijo el Cura en oyendo el nombre– si tal libro hubiera mandado quemar, porque su autor fue uno de los famosos poetas del mundo, no sólo de España, y fue felicísimo en la traducción de algunas fábulas de Ovidio”. Otra referencia al poeta lucentino, también en El Quijote, en la segunda parte del capítulo primero, De lo que el Cura y el Barbero pasaron con Don Quijote cerca de su enfermedad, dice así:

“Véese esta verdad clara, porque después acá un famoso poeta andaluz lloró y cantó sus lágrimas, y otro famoso y único poeta castellano cantó su hermosura”. De su estancia en esta ciudad no se tienen datos, aunque sí se sabe que tuvo varios parientes, e incluso, se llegó a pensar que había nacido aquí. Lucena fue durante siglos uno de los enclaves más importantes de la cultura judía, y según numerosos estudiosos, la familia de Cervantes era de judíos conversos. Es decir, sus ascendientes eran judíos que se habían convertido forzosamente a la religión cristiana.

 

8. Santa Cruz

Esta localidad, que pertenece a Córdoba, próxima al yacimiento de la antigua ciudad de Ategua, siempre ha sido un importante cruce de caminos. También lo fue en la época de Cervantes. Aquí, se dice » las diligencias podían enganchar caballos de refresco y los viajeros ,de aquel entonces, hacían noche». Y esto fue lo que, al parecer, hizo Miguel de Cervantes, cuando de regreso de Córdoba se dirigía a Castro del Río para cobrar impuestos. En una ocasión, se comenta, estuvo residiendo durante seis meses en la llamada “casa de agujero de la Abogá”.

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Una vista del pueblo blanco de Baena, donde también vivió familia de Miguel de Cervantes.

9. Baena

Aquí reside uno de los incondicionales del Quijote más reconocidos de toda la comarca. Manuel Cubillo, maestro jubilado, que vivió en Castilla La Mancha, y que atesora decenas de Quijotes firmados por personalidades internacionales del mundo del Arte y la política: presidentes, ministros, artistas… Hoy en día, no solo es promotor de la Biblioteca Virtual de Cervantes, sino que en el futuro se espera que todos estos libros firmados que Cubillo ha ido recopilando durante su vida, puedan disfrutarse en algún museo por parte del público.

Manuel Cubillo organiza en el Liceo de Baena con motivo del Día del Libro y con la colaboración de la Delegación de Cultura del Ayuntamiento, la entrega de los Quijotes del Año (al deporte, la cultura, etc…). Y cada mes de abril, en la fecha de su fallecimiento, se lleva a cabo una lectura del Quijote continuada desde por la mañana y hasta bien entrada la noche, en la que participan diferentes personalidades del pueblo, alumnos, profesores… que van circulando por el teatro municipal.

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