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ESCAPADAS Welove…

Montilla – Moriles

Texto: Rosa Marqués @rocamarca  |  Fotografía: Javier Portero @estudio.casa.palop  |  Foto de portada: La sumiller Mara de Miguel catando un amontillado centenario en el Lagar de La Inglesa, un palacete histórico con bodega escondido en la Sierra de Montilla. Junto a ella, Nicolás Doblas, bodeguero y propietario de este lagar centenario.

Tiempo de lectura: 8 minutos

Recorremos con la sumiller y motera Mara de Miguel sus lagares (y lugares) favoritos en las zonas de calidad superior de Montilla y Moriles, aprovechando que acaba de ser reconocida Mejor sumiller de Córdoba por la Asociación de Sumilleres de la provincia.

“Lo que más me atrae de pilotar una moto por estas carreteras es la parte visceral de conducirla: el sonido, el viento… Estas carreteras de la Sierra de Montilla son fantásticas para esto…”, nos cuenta Mara de Miguel cuando nos detenemos en la primera parada, junto a la Fuente del Grajo, una fuente histórica en la carretera que une Montilla con la localidad de Cabra. Esta pintoresca fuente forma parte de la Ruta de las Fuentes Históricas de Montilla y se cuenta que el famoso bandolero José María El Tempranillo se abastecía de agua en ella cuando andaba por los alrededores,

La mañana está nubosa y, conforme el día comienza a desperezarse, la niebla va haciéndose más y más densa. En un momento, casi estamos a punto de abandonar la ruta. Tratamos de visualizar desde algún punto de la carretera la famosa Piedra Luenga, una de las postales clásicas de la zona, pero con la niebla es imposible distinguir el perfil de esta gran roca sobre la Campiña. Aún así, al final de la jornada se terminaría cumpliendo el refrán que escucharemos en el Lagar de La Primilla: “Mañanitas de niebla, tardecitas de paseo”. Y a las 12 del mediodía parecerá como si otro nuevo día hubiese amanecido y llegamos a alcanzar los 30ºC. Aquí el otoño es así y el sol calienta hasta bien entrado noviembre.

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La sumiller Mara de Miguel abrazada a un olivo en el Jardín de Olivos Centenarios de la Almazara Juan Colín, en la Sierra de Montilla.

Que la lluvia y la niebla no nos detenga

“Cuando se queda para salir en moto, se ha quedado a no ser que diluvie”, sentencia la sumiller. “Esto es como el surf: ¿hay condiciones para practicar este deporte?, sí, ¿no son las mejores? sí. Pues entonces vamos a practicarlo”. De manera que seguimos en ruta hacia otro de sus lugares favoritos: el olivar ecológico de La Almazara Juan Colín.

Allí los hermanos Bellido, familia de reconocidos panaderos montillanos, con más de 25 premios nacionales e internacionales  por sus aceites ecológicos, nos atienden en su Molino que visitan personas interesadas en la cultura del aceite de todos los rincones del planeta. Ellos nos cuentan que los japoneses veneran el olivo: “Siempre nos piden unos minutos, después de la cata y la experiencia en el olivar, para relajarse y meditar. Y se suelen abrazar a los árboles”, nos comentan. Dicho y hecho: En el Jardín de Olivos Centenarios, la sumiller Mara de Miguel no duda en abrazarse a un olivo y llevarse esa energía puesta encima para el resto del camino.

Hoy en la almazara tenían pensando comenzar con el primer día de cosecha: “La aceituna está aún a mitad de camino de maduración pero el aceite que obtienes en esta cosecha temprana es exquisito, tiene más matices, más aromas. Es un espectáculo aunque necesites el doble de aceituna para obtener la misma cantidad de aceite”, nos explica Gonzalo Bellido, del que nos despedimos minutos después para continuar la ruta.

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Por carreteras sinuosas de la Sierra de Montilla, por caminos que van hacia los lagares de Moriles Altos… disfrutando del paisaje otoñal.

La moto es un buen lugar para pensar y para desconectar. “Vas tomando las curvas, observas las lomas entre viñedos y olivares. Este es un paisaje muy dinámico, perfecto para hacerlo en moto”, revela la sumiller. Y en breve, llegamos a nuestra siguiente parada, el Lagar de Cañada Navarro. La vista de caserío del siglo XVIII, blanco, al fondo de una loma, rodeado de viñedos, es otra de las postales clásicas de Montilla Moriles. “Para mí esta es una de las mejores puestas de sol de la Sierra de Montilla” comenta Mara de Miguel.

Con la moto detenida sobre la loma, junto a los viñedos, escuchamos los pajarillos, hablamos un poco sobre la belleza de estos paisajes y nos volvemos a poner en marcha rumbo hacia al próximo lagar en el que ya es la hora de catar una primera copa. Seguimos desafiando al clima que aún amenaza con ponerse a llover más fuerte.

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En el Lagar de La Primilla, Mara y Charo catan unos vinos extraídos de la jarra con la venencia de caña.

Si bebes no conduzcas. Pero ¿quién dijo no cates?

Sí, lo correcto es aquello de “si bebes no conduzcas”, pero ojo, cuando viajas con una sumiller das por hecho que vas catar un vino u otro en algún momento.

Nada más aparcar en Lagar de La Primilla, Charo, la propietaria, nos recibe, cómo no, hablando del tiempo. Veníamos a otear la campiña desde su terraza panorámica pero con la niebla sigue sin verse nada. Aún así, en este coqueto Lagar se disfruta paseando por su patio andaluz, lleno de flores, y por su espectacular bodega de tinajas. En la bodega de botas duermen amontillados desde 1959, que pertenecieron al abuelo de la propietaria. Y además, el lagar está sembrado de maquinaria antigua: una prensa, una bomba de trasiego… Para catar uno de sus vinos con Mara de Miguel, Charo saca una antigua venencia de caña.

“¿Sabes de donde procede la palabra “venencia?” –nos pregunta Charo. “Pues de la palabra avenencia”. Y nos cuenta que antiguamente, cuando no existían contratos escritos en las ferias de ganado, y el vendedor y el comprador llegaban a un acuerdo llevaban a cabo un ritual propio de estas tierras: “Se sacaba la caña, que si la observáis está rota por el nudo para que pueda recoger el vino de la jarra. Con ella se llenaban las copas, se hacía un brindis y se decía una frase típica: Yo te doy mi palabra y esta va a misa. Y el otro respondía: Va y vuelve. Y se brindaba con vino de Montilla Moriles. De ahí que a la caña se le llame avenencia, aunque el lenguaje popular la haya convertido en venencia”.

Nos despedimos del Lagar de la Primilla escuchando decenas de historias singulares como esta, hablando de sus antepasados, de los nuestros, de las visitas que reciben… Charo es un libro abierto y, además, es generosa con sus relatos. Pero nos tenemos que marchar porque en la siguiente parada ya nos espera el escondido y misterioso Lagar de La Inglesa.

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El palacete Lagar de La Inglesa es una joya escondida en la Sierra de Montilla, que perteneció a los descendientes de la Familia Alvear y hoy es propiedad de la familia de bodegueros y ganaderos Doblas.

Un palacete inglés en medio de la Sierra de Montilla

Aunque el propietario actual es el bodeguero Nicolás Doblas, la historia de este lagar está estrechamente unida a la familia Alvear. Este palacete neoclásico que cuenta con una capilla donde se bautizaban, hacían la comunión y se casaban los vecinos de la zona, tiene unas botas antiquísimas y grandísimos vinos.

El nombre del Lagar de la Inglesa aludía a la segunda esposa del marino don Diego de Alvear y Ponce de León, Luisa Rebeca Ward, con la que tuvo siete hijos. Ellos fueron quienes construyeron el edificio tras el incendio que destruyó el antiguo lagar de la familia, denominado de Riofrío. A este palacete el Conde de la Cortina y su familia venía solo en vendimia, y fue pasando de unas manos a otras hasta llegar al VII Conde de la Cortina, Francisco de Alvear y Gómez de la Cortina.

Los últimos moradores de la familia Alvear fueron la rama de los Drake y el actual dueño también ha conservado en el interior el ambiente de la época en el señorío: se ha mantenido el mobiliario y la decoración original.

Nuestra compañera pone, aún así, el foco en sus afamados vinos, y mientras el bodeguero Nicolás Doblas, a pie de bota, va extrayendo con la venencia de una y otra bota centenaria, Mara de Miguel cata amontillados, palos cortados y finos rematando casi cada sorbo con un “Guau”. No hacen falta más palabras.

Doblas nos explica que los vinos de Moriles, donde él posee  los viñedos de Bodegas Doblas, aunque envejezcan por crianza oxidativa siempre siguen manteniendo un reflejo verdoso que se aprecia aún más si los miras al sol, una marca que también se acentúa en el paladar y que es el sello característico de los vinos de Moriles.

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En este corte del terreno se aprecian las diferentes capas de arcilla blanca, propias del suelo de las zonas de calidad superior de Montilla-Moriles. Es la llamada “tosca hojaldrada”.

¿Conoces la tosca hojaldrada por la zona de Moriles?

Algo después de mediodía, ponemos rumbo a Moriles, para tratar de entender el terreno de estos viñedos de la forma más gráfica posible. Un corte en una bajante del terreno permite observar muy de cerca lo que llaman la tosca hojaldrada.

Esta especie de «hojaldre» de varias capas se expone en un tramo de la ruta que se dirige a algunos de los lagares más conocidos de la zona.

A pocos metros encontramos El Lagar de los Frailes, uno de los 27 Lagares que dieron lugar a la Aldea de Zapateros, el núcleo poblacional del que surgió la localidad de Moriles. En 1887 ya aparecía en el padrón como de Los Frailes o del Carmen, advocación de los Carmelitas Descalzos que fueron quienes lo frecuentaron.

En los años 80, Jesús Pérez de Cisneros, natural de Puente Genil, un enamorado de los vinos generosos y gran aficionado al flamenco, adquirió este lagar centenario. Con los años, serían sus hijos: Cristóbal, Dolores, Ana y Charo Pérez quienes se harán cargo de este lagar y la bodega, con la idea de poner en valor las joyas enológicas que esta atesora.

Pero la casualidad quiere que este día el lagar se encuentre cerrado, y aunque disfrutamos de sus vistas –el lagar se encuentra al fondo de un camino jalonado de viñas con la impresionante casa-bodega en blanco inmaculado–, posponemos para otro día la cata de algunos de sus vinos: amontillados, olorosos, Palos Cortados… algunos con más de 100 años de antigüedad.

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La sumiller saluda a un perrito que sale a nuestro encuentro en el Lagar de Santa Magdalena, en Moriles Altos.

El Lagar de Santa Magdalena y sus vistas de Moriles Altos

Justo al lado del anterior, la belleza del Lagar de Santa Magdalena, que no está abierto a visitas turísticas (de momento), nos detiene. Dejamos la moto aparcada en la puerta para asomarnos a este caserío de viñedos, que tiene unas vistas de infarto de Moriles Altos –casi parece que estemos en Napa Valley o en algún paraje de viñedos cinematográfico del mundo–.

El antiguo lagar de Abango fue construido a mediados del siglo XVIII, y pasó a ser propiedad de Magdalena Muñoz-Cobo Burgos, Condesa de Colomera en 1912, de ahí su nombre. También es uno de los 27 lagares que aparecen ya citados en el padrón de 1887 –los lagares de la Aldea de Zapateros– y actualmente, es uno de los mejor conservados.

Desde 2015 es propiedad del matrimonio formado por Chea Madrid y Antonio Alarcón. La familia de este último mantuvo el lagar durante varias generaciones. Aquí vendimiaba y se vendía vino a muchas bodegas de la zona, entre ellas Bodegas Cruz Conde o Bodegas Alarcón, estas últimas propiedad del padre de Antonio y ya hoy desaparecidas, y cuya maquinaria se conserva aún en este lagar.

El lagar ofrece una paza indescriptible. La adelfa rosa fucsia luce maravillosa sobre paredes blancas impolutas, gallinas felices campan a sus anchas en un lugar que está impoluto… Balconadas, puertas, una arquitectura cuidada y, entre las higueras, un Land Rover que parece aparcado a posta para una foto y un perrito que viene a saludarnos. No hay rastro de los dueños (para saludarlos) por ninguna parte.

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El trenecito de Bodegas El Monte suele pasear a los visitantes entre viñedos por Moriles Altos.

Bodegas El Monte, la hospitalidad de una familia dedicada al vino

Son ya las tres de la tarde cuando alcanzamos nuestra última parada. Una de las bodegas favoritas de Mara de Miguel es esta, Bodegas El Monte, donde nos encontramos a su propietario, Antonio López, tomando pausadamente unos vinos, mientras su hijo, también Antonio, ofrece una cata exclusiva en la sala de botas a dos jóvenes madrileñas y su guía. Todos parecen disfrutar del momento.

Bodegas El Monte es la única bodega que tiene, además de unos vinos fantásticos, un divertido trenecito que sube hasta los viñedos a sus visitantes para mostrarles la belleza del paisaje de Moriles Alto. Eso y un mirador donde se pueden organizar incluso cenas románticas, rodeados de viñedos –ellos están abiertos a todas las posibilidades–.

Después de hacer algunas fotos nos insisten en que nos tomemos el penúltimo vino, como debe ser, un Fino Cebolla que nos da la alegría del trabajo terminado, mientras nos sumamos al grupo de las chicas madrileñas que están haciendo la visita.

El sol brilla afuera de la bodega fuertemente. El cielo es de un azul intenso. Y el campo, después de haber llovido unas gotas, tiene un aroma a tierra refrescante. En el interior de la bodega hay risas, no hay prisas y parece que todos hemos conectado – el fino está claro que ayuda –. Para ellas es un lujo beber el vino a pie de bota. A nosotros nos resulta de lo más familiar. Nos hablan de autenticidad, de este saborear despacio los lugares, sin muchedumbres, otro lujo de esta zona. Y nosotros les damos los nombres, algunos exóticos, de estos lagares «escondidos» donde poder practicar este tipo de gastro-turismo relajado al aire libre. «Si a esto le sumamos las sensaciones de hacer la ruta en moto, la experiencia se multiplica», nos termina diciendo Mara, poniéndose el casco de Kawasaky Ninja. «Esta moto es ligera y tiene nervio, por eso me gusta», nos dice y se marcha con una sonrisa.

INFORMACIÓN ÚTIL

Almazara Juan Colín

316A Carretera A3130 KM 27,5. Sierra de Montilla; tel. 620 79 66 47. Precio de la visita desde 8€.

Para conocer la cultura del aceite en toda su magnitud, esta almazara de aceite de oliva virgen extra ecológico es perfecta. Además de visitar el museo, de hacer catas de aceite, de conocer a pie de olivos todo lo relativo al cultivo de este árbol, en el Jardín de Olivos Centenarios podrás tener unos minutos para meditar e inspirarte con textos de grandes autores y obras que hablan de la milenaria cultura del olivo en el Mediterráneo.

 

Lagar de Cañada Navarro

Barrio del Cerro Macho, s/n. Sierra de Montilla; tel. 677 49 43 66.

Casi en la parte más alta de una de las zonas de calidad superior de Montilla-Moriles, junto al Cerro Macho, en la Sierra de Montilla, este lagar es uno de los más antiguos. La visita incluye explicación del paisaje en el viñedo, visita a sus viñas centenarias, la bodega de tinajas, el pintoresco patio empedrado y cata de vinos. Además, este lagar ofrece una de las mejores puestas de sol de la comarca. Santiago Jiménez, su propietario, es un enamorado del paisaje y te contará la historia de su familia vinculada a este museo vivo del vino. Se puede realizar la visita y la cata tras la puesta de sol, con cena incluida (si el tiempo lo permite) bajo el gran álamo de la entrada.

 

Lagar de La Primilla

Carretera Montilla – Llano Espinar km 5.100; tel. 957 33 50 24. Visita con degustación incluida desde 10€/persona.

Este lagar familiar con vinos artesanos y aceites se dedica a la elaboración de estos desde hace más de medio siglo. La visita comienza en el exterior con la presentación e historia de la Sierra de Motilla y la familia que regenta varios lagares de la zona desde el siglo XIX. Después continúa en el patio donde se habla de evolución del trabajo en el viñedo a través de las maquinarias antiguas, del origen de los patios en Córdoba, a través de su patio, y después se sube al mirador para explicar que nos encontramos en la zona de calidad superior de Montilla-Moriles. Se continúa haciendo el recorrido que hace la uva hasta entrar en el lagar y hasta que se convierte en vino: la bodega de tinajas es realmente una experiencia. Ahí se catan los vinos nuevos. Posteriormente, se visita la bodega donde se explica el sistema de Criaderas y Soleras y se cata el fino, el amontillado y el Pedro Ximénez, todos acompañados de una tapa. Y se termina con las tradicionales gachas de mosto de la zona. Se puede visitar con almuerzo, desde 29€/persona (arroces, salmorejos, tortillas de patatas…); con tapen (desde 18€/persona) y si se viene con niños, con animadora, 8€/hora.

 

Lagar de La Inglesa

Vereda del Cerro Macho, s/n; tel. 690 25 53 17.

Una vez que se pasa el alojamiento del Cortijo de La Vereda (este sí que aparece en el GPS y en Google Maps), se continúa por ese camino hasta que se encuentran dos prensas. Las visitas no están abiertas al público en general. Solo son con cita previa y para grupos exclusivos interesados en conocer la bodega.

 

Lagar de Los Frailes

Moriles Altos. Aguilar de la Frontera; tel. 607 65 43 75.

El Lagar de los Frailes es una de las visitas más interesantes y completas que pueden hacerse en la zona de Moriles Altos. Se trata de un lagar centenario en un paraje realmente escpectacular, rodeado de viñedos. Puedes visitar el lagar, realizar catas personalizadas con amigos o familiares, pasear al atardecer por sus viñedos… Su bodega de tinajas con suelo de madera es una belleza que conserva el sabor de antaño. Y su bodega de botas también merece una visita.

 

Lagar de Santa Magdalena

Moriles Altos; lagardesantamagdalena@gmail.com.

Este espectacular lagar con una de las vistas más impresionantes de los viñedos de la zona es una auténtica belleza. Se encuentra prácticamente junto al Lagar de Los Frailes, y de momento, solo se dedican a la crianza de sus vinos y no están abiertos a visitas turísticas.

 

Bodegas El Monte

A-3132, 35, 14510 Moriles; tel. 655 86 79 60.

Esta bodega familiar, que ya va por la quinta generación, está ubicada en pleno Moriles Alto. Ofrece visitas turísticas en las que se recorren sus viñedos a bordo de un trenecito turístico que te subirá a la parte más alta de las lomas para divisar los viñedos y los lagares de los alrededores. Se hacen también catas personalizadas y para grupos.

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